¿POR QUÉ ENROJECEMOS COMO TOMATES? (cuento en prosa) (Parramón) (+7)

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    Aquella mañana la seño pronunció las palabras más temidas por mí, las que me causan horror, terror y pavor:
                            «Julieta, sal a la pizarra».
    En los diez pasos que separan mi asiento de la pizarra, sentí como el corazón empezaba a latirme más deprisa, las manos me sudaban y un enorme calor se apoderaba de mis mejillas y mis orejas. Entonces pensé:
                 «¡Ea!, ya me he puesto colorada otra vez».
   Y para colmo, el payaso de Pepín, que no se calla ni debajo de agua, soltó a voz en grito:
    -Julieta se ha puesto roja como un tomate.
    Yo, al oírlo, en vez de como uno, me puse roja como tres, como cinco, como doscientos tomates. Noté las orejas y la cara tan calientes, que me parecía que iban a salir ardiendo de un momento a otro.
     Y cuando pensaba que nada podía hacerme sentir peor, Fernando, el más guapo de la clase, me miró con cara de guasa.
   En ese momento sólo quería que la tierra me tragara o que un vendaval se colara por la ventana y me sacara de allí, como a Dorita en El mago de hoz ¡Qué rabia!
   ¿Por qué siempre tendrá que pasarme lo mismo? Es una lata esto de ser tan vergonzosa. Cuando me gustaría ser la niña invisible, para que nadie se fijara en mí…; ¡hala!, se me encienden las mejillas y las orejas y parecen estar diciendo a todo el mundo:
                           «¡Eh!, mirad; aquí está Julieta».
   Y si, además, a alguien se le ocurre decirme que se me están subiendo los colores, me sonrojo todavía más y termino enfadándome muchísimo; tanto que de estar roja de vergüenza, paso a ponerme roja de rabia.
    Al final de la clase la seño nos dio los títulos de los trabajos que teníamos que preparar, con la ayuda de nuestros padres, para exponer en clase. A mí me tocó –no os lo vais a creer- ¿POR QUÉ ENROJECEMOS COMO TOMATES?
   No sé muy bien si aquello fue debido a una rara casualidad, a mi mala suerte o a alguna trampilla de la seño.
   El caso es que salí del colegio dándole vueltas y más vueltas a la cabeza, pensando en cómo iba a ser capaz de soltar una sola palabra delante de toda la clase; yo, que me pongo colorada hasta hablando por teléfono.
    En casa, me esperaban las dos cosas que más me gustan en el mundo: mi perro Nilo y mi libro de cuentos.
                             (Incompleto)

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