Berta, Fina y Anastasia intentan convertirse en las sucesoras de la Bruja de Todas las Brujas con un hechizo que acabe con los niños del mundo; una AC (agencia cazabrujas) tiene que resolver el espeluznante misterio que trae de cabeza a los habitantes de Villarroble de Alpedrete; a las dos brujas gemelas Marcela y Griselda les ha llegado la hora de ir a la escuela; todo se le vuelve del revés a la pobre Brígida cuando intenta sacarse el título de Bruja Diplomada. Si lees estos Cuentos mágicos de brujas de la colección Aventuras fantásticas, te enterarás de lo que ocurre en cada una de estas historias y además conocerás un buen puñado de hechizos que pueden resultarte muy útiles.
¡Abracadabra!
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BRUJAS PARA TODOS LOS GUSTOS (fragmento)
Hay brujas de muchos tipos: brujas buenas de magia blanca, aprendizas de brujas que no dan nunca pie con bola y lo encantan todo al revés, brujas de pacotilla, brujas curanderas, brujas maléficas que practican la magia negra y te echan un mal de ojos en menos que canta un gallo y, dentro del grupo de las maléficas, las brujas comeniños, ¡éstas son las peores!
Berta, Fina y Anastasia eran tres brujas comeniños.
-Estoy hasta la mismísima coronilla de berzas, coles y nabos –protestó Fina. Con lo bueno que está un niño churruscado a la parrilla. Pero claro, como a este rincón del bosque no llegan ni los turistas despistados…
-Es verdad –intervino Berta relamiéndose de gusto-. Se me hace la boca agua sólo de pensarlo.
-A propósito de niños y de guisos –se acordó Anastasia-; ayer , en mi libro de hechizos, encontré una receta que perteneció a la bruja de Hansel y Gretel.
-Espera un momento, que voy por mi pluma de cuervo para tomar nota –la interrumpió Berta.
-Lo primero es conseguir los ingredientes fundamentales: un niño y una niña. Tarea nada fácil en los tiempos que corren, porque se las saben todas. Después hay que hartarlos de comer durante una semana. Cuando estén bien cebados se colocan en una bandeja con el culo en pompa, se untan con aceite y sal, se les pone una manzana en la boca y una ramita de perejil en cada oreja y…¡al horno!
¡Ay!, seguro que están para chuparse los dedos –repuso Fina, imaginándose tan suculento festín.
En ese momento un murciélago se coló por la ventana abierta y fue a posarse en el hombro de Anastasia.
-Hombre, Ulises, ¿cómo tú por aquí?
-Mírale la pata –se acercó Berta-; seguro que trae un mensaje.
(Incompleto)