Gatoconguantes

UN GATO CON GUANTES

 

Frodo, en su séptima vida,

se pasea más feliz

que gallina con lombriz

por mitad de la avenida.

 

En la primera, el minino,

comía salmón ahumado

en un palacio dorado

más allá del quinto pino.

 

Recuerda desde una rama

que en Hollywood fue una estrella.

Incluso luce su huella

el Paseo de la Fama.

 

En otra vida fue gato

de una bruja con joroba

que iba volando en su escoba

y hechizaba todo el rato.

 

También fue Gato con Botas

y hasta un gato vagabundo

que le dio la vuelta al mundo:

¡conoció tierras remotas!

 

Ahora es gato callejero.

Vive sin casa ni dueño.

Cada vez que tiene sueño,

duerme en un viejo sombrero.

 

En vez de cazar ratones,

no es raro que los invite

a jugar al escondite

y los colme de atenciones.

 

Y no le gusta el pescado.

Su comida favorita

es la pizza margarita

y el helado merengado.

 

Luce elegante pañuelo.

Lleva botas de charol,

que brillan si les da el sol

y guantes de terciopelo.

 

Le chifla darse un buen baño.

Se zambulle, chapotea

y algunas veces bucea.

¡Vaya gato tan extraño!

 

Los gatos hacen corrillo

y chismean con descaro:

“Es raro requeterraro,

¡más que un huevo con flequillo!”.

 

Aunque antes era sonriente,

Frodo está muy apenado,

pues todos le dan de lado

por ser gato diferente.

 

No piensa estar solo más

y toma una decisión:

“Seré un gato del montón

imitando a los demás”.

 

Come pescado a diario

persigue a cualquier ratón,

nunca se da un chapuzón,

los guantes deja en su armario…

 

Pronto se hace popular.

Ahora el barrio entero adora

−¡hasta los gatos de angora!−

al morrongo sin collar.

 

Oculto tras un arbusto,

sabe que nadie lo mira.

Es allí donde suspira,

porque no se siente a gusto.

 

Y maúlla: “¡Se acabó!”,

con un enfado profundo.

“Ya me quiere todo el mundo,

pero no me quiero yo”.

 

Le trae una voz el viento

de un ratón pidiendo ayuda.

Nuestro amigo no lo duda:

acude en su salvamento.

 

Y sin quitarse la ropa,

bajo la luz de la luna,

rescata de la laguna

al ratón hecho una sopa.

 

Los gatos van a su encuentro,

aplauden su valentía.

Frodo siente una alegría

que hace cosquillas por dentro.

 

Descubre muy orgulloso,

rebosante de optimismo,

que solo siendo uno mismo

se puede vivir dichoso.

 

Y maúlla con frecuencia,

del derecho y del revés:

“Cada uno es como es.

¡Que viva la diferencia!”.

 

 

 

                                    (Carmen Gil)

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