A la giganta Cereza,
famosa por su tamaño,
le anidan en la cabeza
cuatro gaviotas por año.
Se le esconden en el pelo,
detrás de la coronilla,
dos angelitos del cielo
que juegan al pilla-pilla.
Un jilguero y su pareja,
para peinarse el plumaje,
se le posan en la oreja,
justo en mitad de su viaje.
Una bruja con su escoba,
que vuela alegre y feliz
desde Australia a Terranova,
hace escala en su nariz.
Y lo más alucinante:
en el hombro ha aterrizado
un gran platillo volante
con un marciano morado.
Recibe muchas visitas.
La giganta, sin embargo,
suspira la pobrecita,
pues todas pasan de largo.
(Incompleto)