LEER, CONTAR Y JUGAR
(cuentos y actividades de animación a la lectura) (Editorial CCS)
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PALOMA Y EL VIENTO
A Paloma no se la llevó el viento del Este, cálido y suave, que acaricia las mejillas. Tampoco se la llevó el viento del Oeste que llega alborotando los cabellos y desnudando a los árboles. A Paloma no se la llevó el viento frío del Norte, que hiela las manos; ni el del Sur, que seca la ropa y hace sangrar la nariz. A Paloma se la llevó un viento atolondrado y loco una tarde de otoño.
Dicen que iba la niña, cabizbaja y triste, por la vereda que lleva al río.
-¿Qué me pondré para ir a las bodas del tío Tomás, si no tengo vestido nuevo?
Daba dos o tres pasitos y volvía a lloriquear:
-¿Qué me pondré para ir a las bodas del tío Tomás, si no tengo zapatos nuevos?
Daba unos cuantos pasos más y gemía de nuevo:
-¿Qué me pondré para ir a las bodas del tío Tomás, si no tengo chal ni guantes nuevos?
Y llorando, veredita arriba, vino de pronto un viento juguetón, le dio siete volteretas, y se la llevó por el aire. Paloma estaba un poco asustada, pero le gustaba volar con el viento.
-¿Adónde me llevará este viento travieso?-se decía.
Y entre volatines y piruetas, llegó hasta una nube blanca.
-Buenos días, doña Nube.
-Buenos días, Paloma.
-Pero qué suave y algodonosa se ve usted; ¿me dejará arrebujarme un rato entre sus brazos?
-Pues claro- le contestó la nube.
Paloma se dejó caer en ella y le hizo cosquillas en la barriga. Tan bien se lo pasaron juntas que la nube le regaló un precioso vestido blanco de algodón.
Paloma se fue muy contenta con su vestido blanco, a lomos del viento, que la llevó volando hasta el arco iris.
-Buenos días, señor Arco Iris.
-Buenos días, Paloma.
-Pero qué alegre y divertido se ve su traje, si parece un tobogán de colores; ¿me dejará lanzarme por él?
-Pues claro-le contestó el Arco Iris sonriendo, porque él siempre sonreía.
Paloma se resbaló tres o cuatro veces y lo dejó reluciente. El Arco Iris estaba muy feliz de ver su traje tan brillante; así que le regaló a Paloma un chal de colores, de los siete colores del arco iris.
Y Paloma, como unas castañuelas, con su vestido blanco de algodón y su chal de los siete colores del arco iris, se dejó arrastrar por el viento, que voló muy alto muy alto, hasta la Luna de plata que estaba cantando una nana.
-Buenas noches, señora Luna.
-Buenas noches, Paloma.
-Pero qué nanas tan bonitas canta; ¿me dejará escucharla un rato?
-Pues claro- le contestó la Luna.
Paloma estaba tan embelesada escuchándola cantar que, con el día de trajín que llevaba, se quedó profundamente dormida. La Luna, complacida, le veló el sueño; ¡le gustaba tanto acunar a los niños con sus nanas! Y cuando Paloma se despertó estaba a punto de amanecer. La Luna, que había pasado toda la noche arrullándola, no quiso que Paloma se fuera sin llevarse un pequeño obsequio: unos zapatos de plata que brillaban con el sol.
¡Qué dichosa iba Paloma con sus zapatos de plata que brillaban con el sol, su chal de los siete colores del arco iris y su vestido blanco de algodón! Con tanto alborozo se puso a hacer acrobacias en el aire, mientras el viento la arrastraba hasta las olas del mar.
-Buenos días, señoras Olas.
-Buenos días, Paloma.
-Pero qué cristalinas y fresquitas se ven, con este calor que hace; ¿me dejarán meterme entre ustedes para darme un bañito?
-Pues claro- respondieron todas a coro.
Y Paloma se zambulló en el agua, que estaba la mar de fresquita, y jugó con las olas al corre que te pillo. Tanto tanto se divirtieron que las olas no quisieron que se marchara sin llevarse un pequeño presente: unos guantes de espuma de mar.
Paloma estaba radiante con sus guantes de espuma de mar, sus zapatos de plata que brillaban con el sol, su chal de los siete colores del arco iris y su vestido blanco de algodón. Y así de radiante y de preciosa la llevó al viento a las bodas del tío Tomás que empezaban a las doce y pico.
Ya os podéis imaginar cómo se quedaron los invitados cuando vieron tan bonita a Paloma. Claro que ella no le contó a ninguno de dónde había sacado su traje, ni su chal, ni sus zapatos, ni sus guantes; después de todo, ¿quién la iba a creer?