Lorca

 

 

Lorca para niños

 

Viene a iluminar la Tierra

en la vega de Granada,

de la mano de alguna hada,

acunado por la Sierra.

 

El niño, alegre y contento,

viste el mundo de color

y hace que a su alrededor

cante al agua y ría el viento.

 

Con sus patosos andares,

quiere explorar el lugar.

Antes de empezar a hablar,

ya tararea cantares.

 

Consigue ser siempre el centro

y brilla como un lucero.

Ingenioso y zalamero,

hace cosquillas por dentro.

 

Lo que Federico adora

es jugar con marionetas,

dibujar en sus libretas

y leer a cualquier hora.

 

Desde muy temprano aprende

a rasguear su guitarra.

Canta como una cigarra.

¡El chiquillo tiene duende!

 

Se marcha a Madrid y allí

vive una gran experiencia:

se aloja en la Residencia

con Buñuel y con Dalí.

 

Se dedica a la poesía:

es artista de una pieza

─de los pies a la cabeza─,

aunque estudie abogacía.

 

En Nueva York se encandila:

los neones por las noches,

los largos ríos de coches,

los rascacielos en fila…

 

También Cuba le fascina.

Allí cuenta, tan campante,

que vio a un hada relumbrante

asomada a una cortina.

 

Con amigos ─tres o cuatro─,

decide el poeta un día

crear una compañía

ambulante de teatro.

 

La Barraca es ilusión.

Gusta a todos donde va.

Viaja de aquí para allá,

triunfando en cualquier rincón.

 

La felicidad se empaña.

Estalla una guerra horrible,

alzando un muro invisible

entre dos partes de España.

 

Y matan bajo un olivo,

con pistolas y escopetas,

al poeta entre poetas.

¡Pero continúa vivo!

 

Como sus versos no hay otros.

La magia de su poesía,

llena de luz y alegría,

sigue estando entre nosotros.

 

 (Carmen Gil, www.poemitas.com)

 

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