Micasa

 
  ¡Mi casa!

 

Dicen que el abuelo Justo
y la abuela Margarita,
en una humilde casita,
viven los dos muy a gusto.

 

En la casa de esta historia,
aunque es sencilla y modesta,
¡y está arriba de una cuesta!,
se sienten como en la gloria.

 

Los cuartos son muy pequeños;
los corredores, oscuros.
Pero rebosan sus muros
de recuerdos y de sueños.

 

Si estás en silencio, puedes,
entre cuadros y retratos,
escuchar los mil relatos
que te cuentan sus paredes.

 

Te hablan de leña en el fuego,
de carcajadas de un niño,
de trajín y de trasiego,
de regaños y cariño.

 

En esta casa querida,
las estancias y pasillos
no están hechos con ladrillos,
sino con trozos de vida.

 

Bajo el tejado de tejas
han tenido los abuelos
risas, júbilos, desvelos,
cumpleaños, nocheviejas…

 

Y un día, ¿sabéis qué pasa?
Un señor, con dos detrás,
les dice que en un pispás
han de abandonar su casa.

 

Y cogidos de las manos
se disponen a salir,
sin saber adónde ir.
¿Qué será de estos ancianos?

 

A lo mejor no sabías
que, a pesar de ser terrible,
tragedias de este calibre
ocurren todos los días.
                  Carmen Gil 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

    

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