TRISTEZA

TRISTEZA

 

¿Alguien sabe qué le ocurre?

Blas está apesadumbrado,

como un globo desinflado.

A lo que juega, le aburre.

 

Vuela sobre su cabeza

una nube cenicienta.

Enseguida se da cuenta:

“Esto que siento es tristeza”.

 

De lo apagado que está

−eso le pasa a cualquiera−,

no se ríe ni siquiera

de los chistes de mamá.

 

“Cuando en el agua salada

se cruzaron una vez,

¿qué dijo un pez a otro pez?

Nada, nada, nada, nada”.

 

Aunque su papá le canta,

le prepara tartaletas,

y hasta le hace morisquetas,

la tristeza no se espanta.

 

Y la planta de alegría

parece ahora un pingajo,

tiene las hojas abajo,

está mustia y chuchurría.

 

La riegan con insistencia,

pero deben esperar

a que se vuelva a animar

con un poco de paciencia.

 

Es lo que le ocurre a Blas,

pues no es ninguna rareza

que te invada la tristeza.

¡Y no se va en un pispás!

 

Tras más de una lagrimita,

se siente de maravilla.

Luego de nuevo el sol brilla.

¡Y la vida es tan bonita…!

                     (Carmen Gil)

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