Paula y su hermano Miguel van al pueblo a pasar las vacaciones. Paseando por el bosque encuentran una casa muy tenebrosa que está muy cerca de la suya. En la puerta hay sentada una anciana, con la nariz muy larga y una verruga en la barbilla. ¡No hay duda! ¡Es una bruja!
Fragmento:
¿MI VECINA ES UNA BRUJA?
Paula estaba nerviosa. Iba a salir de viaje con su familia para pasar las vacaciones en una casa de campo. No podía dejarse a Buba, su cibermascota, a la que tenía que alimentar, cuidar, curar… ¡y hasta reñir cuando se portaba mal!
–Yo quiero llevar a Peco –dijo su hermano Miguel, arrastrando un oso más grande que él.
–Guau, gua –ladró Trufo, que en el lenguaje de los perros quiere decir: «¡Eh!, no os olvidéis de mí».
En cuanto el coche arrancó, Paula y Miguel se quedaron dormidos.
–Ya estamos aquí –los despertó su madre al llegar.
Cuando Paula abrió los ojos se quedó boquiabierta. La casa era blanca y estaba rodeada de árboles altos con enormes copas verdes. ¡Parecía de cuento!
–¡Vaya! Seguro que por aquí cerca viven un montón de hadas. ¿A que sí? –dijo la niña.
–¿A que sí? –repitió Miguel.
–Guau, gua –ladró Trufo, que en el lenguaje de los perros quiere decir: «Me gustan las hadas».