PISTACHO EL PERRO VERDE

 

PISTACHO, EL PERRO VERDE

 

Tuvo la perra Marcela

-puede que alguien lo recuerde-

tres cachorritos canela,

cuatro grises y uno verde.

 

“¡Qué disgusto y qué sofoco!

¡Vaya perro tan extraño!

Y si lo lamiera un poco…

Y si le diera un buen baño…”

 

Lo echó de cabeza al río,

lo sumergió unos instantes:

salió morado de frío,

pero más verde que antes.

 

Y Marcela lo lamía

entre lamento y lamento,

pero el perrito seguía

tan verde como un pimiento.

 

A este chucho mamarracho,

con un color tan feúcho,

le voy a llamar Pistacho

y lo voy a querer mucho”.

 

A Pistacho, desde chico,

le gustaba coger flores

y pintar con el hocico

mariposas de colores.

 

Ver las hojas en otoño,

sentarse a mirar la luna

en la rama de un madroño

con una gata moruna…

 

En aquel barrio apartado,

entre burla y cotilleo,

los perros daban de lado

a un chucho tan raro y feo.

 

Marcela, siempre pendiente,

sufría cada vez más:

“¡Ojalá fuese corriente

como todos los demás!

 

Pistacho, al verla llorar,

tomó una gran decisión:

dejar de ser singular,

ser un perro del montón.

 

Se tiñó de gris el pelo.

Se pasó días enteros

persiguiendo con su abuelo

a los gatos callejeros.

 

Imitando sin parar

a los perros que veía,

consiguió ser popular,

pero perdió la alegría.

 

Y así se hubiera tirado

toda su vida perruna

si no se hubiera mojado

con una lluvia oportuna.

 

No era una lluvia cualquiera,

era un regalo del cielo

que llegaba en primavera

a volverle verde el pelo.

 

Otra vez de su color,

empapado y hecho un lío,

fue a ver si entraba en calor

tomando el sol en el río.

 

Y vio de pronto algo extraño:

un animal sorprendente

se daba en el río un baño

mirándolo fijamente.

 

“¡Qué perro tan fascinante!

¡Qué color tan especial!

¡Qué aspecto tan elegante!

¡Qué can tan original!

 

¡Pero si ese rabo es mío!

Lo que veo es mi reflejo

que me lo devuelve el río

como si fuera un espejo.

Pues me gusto como soy,

verde, alegre y vivaracho;

así que a partir de hoy

voy a ser siempre Pistacho.”

 

Aquella hermosa mañana

regresó a su casa el perro

verde como una manzana

y gritando desde el cerro:

 

Yo soy verde, sí, señores,

y me gusta dibujar

mariposas de colores

y ver las hojas volar”.

 

Y ahí va un consejo perruno:

No hay que ser perro normal:

cada uno es cada uno

y cada quien, cada cual”.

          Carmen Gil

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